Fortalezas del Sistema Defensivo de Angamarca

 

Entre el infinito pajonal del dorado páramo de Angamarca, como parte trascendental de nuestra historia, persisten solitarios en el tiempo los vestigios de las fortalezas que en la antigüedad formaron parte del Sistema Defensivo de Angamarca.

La arquitectura militar quiteña en los tiempos precolombinos supo realizar estos trabajos en función de las necesidades de la táctica militar y es así como ante la necesidad de taponar todo avance enemigo hacia Angamarca se construyen subsistemas comunicados entre sí.Sus montañas surcadas por pequeños caminos y chaquiñanes, acompañadas del silbido del viento conectó hace no mucho tiempo a contrabandistas y arrieros, mientras que el suave aleteo el curiquingue y la imponencia del cóndor permiten sentir la libertad impostergable y rebeldía del hombre.

Las imponentes fortalezas de Angamarca, construidas en montículos naturales rodeados de planicies, avenidas de aproximación o precipicios cercanos en sus flancos aprovechando la irregularidad topográfica del terreno, asevera Galo Chacón Izurieta, en su obra “Las Fortalezas Quiteñas de Angamarca”, que “constituyen trabajos prehispánicos que representan una manifestación cultural de nuestros antepasados”; por lo tanto, su forma, ubicación y emplazamiento sistemático en elevaciones permitieron mantener un amplio control visual y que, aunque fuese de estructura relativamente sencilla, dice el mismo autor que su uso fue para propósitos militares, sin descartar la posibilidad de que en algunos momentos y circunstancias también lo hayan utilizado para fines ceremoniales.

Jorge Juan y Antonio de Ulloa en la obra “Relación Histórica del Viaje a la América Meridional” al referirse a las construcciones precolombinas existentes en el Reino de Quito sostienen que “otra especie de fortificación denominada Pucará usaban aquellos naturales cuyos vestigios permanecen todavía”. Es así que, según los Ulloa, consistía en construir fortalezas en los copetes de los cerros, tanto no muy elevados para que no les alcance a ellos la congelación, como en las montanas altas y escarpadas en donde además forjaban a su entorno varias zanjas (tres o cuatro) y en algunos casos una dentro de la otra, mientras que con piedras formaban por la parte de adentro una pequeña muralla o parapeto para guarecerse de los enemigos y poder defenderlas sin recibir daño.

Por: Manuel Montúfar Flores | Leer más...